En estos días en que las Corts Valencianes estudian una Ley de Custodia Compartida que anteponga los derechos de los hijos pero sin marginar ni a madres ni a padres, creo conveniente hacer en voz alta las siguientes reflexiones sobre lo que se ha venido en llamar el instinto de maternidad y, el sentimiento de paternidad, que algunos niegan.
Cuando leí el primer capítulo de El perfume, de Patrick Süskind, tuve que acudir a la autoridad de la profesora Isabel Morant para convencerme de que lo que llamamos instinto de maternidad era un invento cultural del renacimiento y que, hasta entonces, los hijos eran considerados solo como mano de obra, siendo precisa la entronización de la clase media ciudadana con la asignación de roles femeninos al cuidado de la prole y del hogar, para que se fomentara el amor a los hijos y su cuidado.
Hoy en día se mantiene la aceptación general del vínculo madre-hijo, pero éste debe reformularse desde nuevos planteamientos debido a situaciones nuevas, como la reproducción asistida y la adopción, que alejan la relación materno filial del hecho de la fecundación e incluso del parto.
En el panorama anterior se nos olvida, o incluso se niega, el sentimiento de paternidad. En este punto es evidente que la legislación española mantiene una clara discriminación negativa de los hombres e incluso a nivel general se da esa devaluación de la relación paterna. Por eso siempre me resultó francamente molesto el comentario machista sobre la falta de seguridad que tienen los hombres respecto de la paternidad de sus hijos.
Creo que es preciso redefinir las relaciones de filiación desde una nueva perspectiva más allá del hecho del alumbramiento y la concepción, sin negar los aspectos gratificantes de ambos acontecimientos y su importancia en el fortalecimiento de las razones físicas y síquicas para estrechar los vínculos familiares.
Sostengo que el sentimiento de paternidad surge de la práctica de la paternidad y que padre es el que se despierta por las noches ante el llanto del bebé o el terror del niño, el que se preocupa cuando están enfermos, el que sin renunciar a educar, cuida, mima y acaricia a los pequeños y trata de reconducir la energía de los adolescentes, más allá de razones filogenéticas. La inversión diaria en cariño y cuidados es lo que da sentido a la paternidad. Por eso, de poco sirve el hecho de compartir una porción de la fórmula cromosómica si no se ha compartido el día a día y por otro lado sería imposible negar la influencia de años de vida en común más allá del hecho de la consanguinidad.
Las consecuencias sicológicas y sociales que se derivan de las anteriores consideraciones van más allá de la práctica cotidiana y deberían influir en legisladores, jueces y magistrados a la hora de atribuir la custodia de los hijos y establecer el reconocimiento de los mismos. En el fondo, se trata de primar los aspectos sicológicos frente a los físicos, los sentimientos y las conductas frente a hechos que pueden ser más o menos fortuitos, como la inseminación.
Miguel de la Guardia
Universitat de València.
Fuente: http://www.levante-emv.com
ÚLTIMA HORA
El jueves 3 de diciembre de 2009,en el Parlamento Aragonés, se debatió la TOMA EN CONSIDERACION de la PROPOSICION DE LEY DE IGUALDAD EN LAS RELACIONES FAMILIARES ANTE LA RUPTURA DE CONVIVENCIA DE LOS PADRES.
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